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La deforestación que costará la demanda europea de coches eléctricos: “La transición sostenible no se puede hacer a costa de los bosques”

La deforestación que costará la demanda europea de coches eléctricos: “La transición sostenible no se puede hacer a costa de los bosques”

Si Europa sigue comprando vehículos eléctricos al ritmo que lo hace, para el año 2050 esto le costará al planeta más de 118.000 hectáreas de bosques ―el equivalente a dos veces el tamaño de Madrid― especialmente como consecuencia de la obtención de metales para las baterías. Este es el cálculo de un estudio que las ONG Fern y Rainforest Foundation Norway presentarán este miércoles durante el Foro sobre cadenas de suministro responsable de minerales, organizado la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), para alertar sobre el coste ambiental que tendrá la transición energética en el sector transporte si no se toman precauciones. Para Perrine Fournier, activista forestal y minera de Fern, no hay duda de que se necesita un transporte más sostenible, pero advierte de que “no puede producirse a expensas de los bosques del mundo y de las personas que viven en ellos”.

En Europa, uno de cada cuatro nuevos coches vendidos es eléctrico o híbrido enchufable. Aunque el mercado ha experimentado una desaceleración en los últimos años, en 2024 se vendió la no despreciable cifra de 1,4 millones de unidades eléctricas. A la par, la UE impulsa a los gobiernos a pisar el acelerador para descarbonizar el sector del transporte, que produce un 15% de las emisiones de partículas contaminantes. Se calcula que electrificar las flotas vehiculares reducirá, a nivel mundial, el consumo de petróleo en seis millones de barriles diarios para el año 2030. No obstante, la presión para aumentar la demanda de la opción eléctrica tendrá un coste ambiental, advierten organizaciones como Fern y SIRGE, que defiende los derechos de las comunidades indígenas en medio de la economía verde.

Los coches eléctricos requieren seis veces más cantidad de minerales críticos que un vehículo convencional, de acuerdo con datos de la Agencia Internacional de Energía. Y, se prevé que la demanda de minerales se triplique en 2030, con respecto a 2023. El problema, según el estudio realizado por la Universidad de Economía y Negocios de Viena (WU) y la ONG francesa négaWatt, es la deforestación que causará la extracción de ocho metales clave ―el hierro (para la producción de acero) y aluminio, cobre, manganeso, níquel, cobalto, litio y neodimio― para la fabricación de esos nuevos coches.

Aunque los investigadores calcularon la huella de deforestación de todo el vehículo, aseguran que los metales de la carrocería (acero y aluminio) apenas representan el 30% de la deforestación, mientras que las baterías, el otro 70%. Para Stefan Giljum, investigador en el Instituto de Economía Ecológica de WU, esto se explica por la localización de las minas de ciertos metales. “Cuando los yacimientos se encuentran en zonas boscosas, como la selva tropical de Indonesia o la Amazonia de Brasil o Perú, la cantidad de bosque que se pierde por tonelada de metal extraído, es muy alta”, ha detallado Giljum en una rueda de prensa convocada por SIRGE y Fern para explicar los resultados del estudio.

Los coches eléctricos requieren seis veces más cantidad de minerales críticos que un vehículo convencional, de acuerdo con datos de la Agencia Internacional de Energía

Las proyecciones de deforestación, según el análisis, dependen del tipo de batería, del origen de los metales y de los hábitos de consumo y uso de los coches eléctricos. El peor escenario, por ejemplo, es uno en el que la tendencia de ventas se mantiene, el uso del coche es individual y la mayoría se fabrica con baterías tipo NMC 811, las más utilizadas hoy en Europa y que se fabrican con níquel, cobalto, cobre y manganeso. Ese escenario, en el año 2050, implicaría la deforestación de 118.000 hectáreas de bosques.

Pero el impacto forestal se puede reducir, según los otros escenarios. Por ejemplo, si se consigue que predominen las baterías tipo LFP ―en las que predomina el litio― la deforestación sería de 37.300 hectáreas. Esta tecnología, sin embargo, es más común en Asia; mientras que solo un 15% de coches vendidos en Europa en 2023 usaba estas baterías.

Hay, incluso, un escenario más favorable: aquel en el que predominan las baterías LFP y se promueve el uso de coches compartidos y de microcoches. En este caso se deforestarían poco más de 21.300 hectáreas.

El impacto se puede reducir con otro tipo de baterías y la promoción de coches compartidos y de microcoches

Todos los cálculos son, sin embargo, conservadores, pues solo tienen en cuenta la deforestación causada en la mina y no las talas que pueda haber en otras zonas para el transporte o procesamiento de los materiales.

En todo caso, para Perrine Fournier, el informe ofrece una oportunidad para innovar. “Esto incluye innovaciones sociales, como replantearnos el uso del coche; así como innovaciones técnicas, como invertir en tecnologías de baterías que no contengan cobalto ni níquel y que generen menos deforestación”, asegura Fournier, “esto también reduciría la dependencia de Europa de cadenas de suministro vulnerables”.

Un golpe a los habitantes de los bosques

Las organizaciones involucradas advierten de que la deforestación va acompañada, en algunos casos, de la afectación a pueblos indígenas. El investigador Stefan Giljum resalta que Brasil e Indonesia son dos puntos críticos de minerales como el aluminio y el níquel y el cobalto, respectivamente. Al mismo tiempo, otras organizaciones ya han advertido de que en estos países comunidades indígenas e incluso pueblos no contactados han visto amenazados sus derechos por el avance de la minería.

En Indonesia, por ejemplo, la ONG Survival International había alertado de que los Hongana Manyawa, que habitan la isla de Halmahera, estaban en peligro por la presencia de al menos 19 empresas mineras que operaban en sus territorios. A finales de 2024, la organización publicó el informe Llevados al límite: cómo la demanda de coches eléctricos está destruyendo la vida y las tierras de los indígenas no contactados de Indonesia y aseguró que “la fiebre del níquel de Halmahera forma parte de un importante proyecto del Gobierno indonesio para expandir masivamente la minería de níquel en el país con el fin de satisfacer la demanda mundial de níquel para las baterías de los vehículos eléctricos”. Entre los riesgos expuestos por Survival International estaban la tala de árboles, la afectación a fuentes de alimento y la introducción de enfermedades para las que la comunidad no tiene un sistema inmunológico preparado.

En cuanto a Brasil, una de las situaciones más críticas por extracción de minerales para baterías se vive en el valle del Jequitinhonha. Djalma Ramalho Gonçalves, un indígena Aranã Caboclo, explicó en una rueda de prensa convocada por SIRGE y Fern que su comunidad lleva dos décadas luchando por la demarcación de su territorio para protegerlo de explotaciones como la minería. “Nuestro territorio está siendo invadido en nombre del llamado progreso”, aseguró. Y añadió: “Todos estos coches eléctricos funcionan con baterías de litio. Y una parte significativa de este litio se extrae en Brasil. El valle de Jequitinhonha se está convirtiendo en una zona de sacrificio para abastecer la transición energética de Europa”.

Para evitar estos riesgos, el estudio de Fern, que será presentado este miércoles ante la OCDE, sugiere que Europa debe fortalecer su legislación y mecanismos de control para garantizar la trazabilidad de los metales que componen los vehículos eléctricos. El documento, además, destaca la importancia de seleccionar diferentes países proveedores para minimizar los impactos de deforestación en un solo territorio.

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